La educación en México: ¿Cómo estamos y hacia dónde vamos?

Los sistemas educativos enfrentan cada vez mayores retos y presiones del mundo exterior para lograr que los estudiantes estén en la escuela, aprendan en ella y participen activamente de su proceso de aprendizaje (la triple inclusión que promueve Mexicanos Primero). Es por todo ello que vale la pena hacer un repaso de los datos más recientes con los que contamos en el sistema educativo mexicano. 

Por Teresa Gutiérrez Cortés / Mexicanos Primero

Imagen: realizada con IA (ideogram)

Existen un sinfín de definiciones de educación, pero una de las aceptadas actualmente es la que nos presenta la UNESCO, que la presenta como un derecho humano fundamental y un bien público mundial con el poder de transformar la vida de las personas, las comunidades y el planeta para mejorarlo a lo largo de las generaciones. Para lograr que esta definición se vuelva una realidad es necesario contar con sistemas educativos sólidos que permitan a las niñas, niños y adolescentes (NNA) alcanzar su máximo potencial. Sin embargo, la responsabilidad de educar no se limita solo al ámbito escolar, como padres también tenemos la obligación de brindar herramientas y acompañamiento a nuestras hijas e hijos en su trayectoria educativa. 

Los sistemas educativos enfrentan cada vez mayores retos y presiones del mundo exterior para lograr que los estudiantes estén en la escuela, aprendan en ella y participen activamente de su proceso de aprendizaje (la triple inclusión que promueve Mexicanos Primero). Es por todo ello que vale la pena hacer un repaso de los datos más recientes con los que contamos en el sistema educativo mexicano. 

 

¿Cómo se encuentra el Sistema Educativo en México? Los últimos datos de la OCDE

Muy recientemente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de la que México forma parte, publicó su estudio Education at a Glance 2023 (Panorama de la Educación). Esta publicación da cuenta del estado de los sistemas educativos de los países miembros, donde hace énfasis en temas como el impacto del aprendizaje entre países; acceso, participación y progresión en la educación; los recursos financieros invertidos en educación; y profesores, el entorno de aprendizaje y la organización de las escuelas. 

Algunos de los datos presentados en relación con nuestro país resultan poco alentadores. Por ejemplo, México es el país miembro que menos invierte por cada estudiante de educación media superior, nivel que se hizo obligatorio en 2012. En 2020, los países de la OCDE gastaron en promedio el 5.1% de su PIB en instituciones de educación primaria a terciaria (universidad), mientras que en México, la participación correspondiente fue del 4.5% del PIB, del cual el 36% se dedicó a la educación primaria, el 19% a la educación secundaria, el 17% a la educación secundaria superior y el 28% a la educación universitaria. En promedio, en todos los países que integran la OCDE, el gasto por estudiante (incluido el gasto en investigación y desarrollo) creció un 0.4% de 2019 a 2020; sin embargo, en México disminuyó un 9.6% durante este mismo periodo

También es preocupante que, entre los países de la OCDE, México tiene la tasa de no escolarización más alta, con alrededor del 29% de los jóvenes en edad de educación media superior no matriculados en 2021.

Uno de los principales propósitos de la información presentada por la OCDE es dimensionar el valor de la educación, y cómo ésta puede generar cambios significativos en la vida de las personas. Como muestra tenemos que, en casi todos los países pertenecientes a la organización, los títulos universitarios ofrecen una ventaja salarial significativamente mayor. Los trabajadores entre 25 y 34 años con educación vocacional o técnica en México ganan 17% más que aquellos sin educación media superior; mientras que la ventaja salarial para los trabajadores con educación media superior general es del 16%. Los trabajadores de 25 a 34 años con título de licenciatura (o equivalente) ganan 61% más que sus pares sin título de educación media superior, mientras que aquellos con maestría o doctorado (o equivalente) ganan 143% más. Si bien estas cifras suenan alentadoras, en México más del 50% de los trabajadores entre 25 y 34 años, únicamente han concluido la secundaria, nivel que es obligatorio desde 1993.

 

Algunas de las causas de la “presión” sobre el sistema educativo

Existen varias razones por las cuales el Sistema Educativo en México enfrenta grandes retos. Una de las principales es su gran dimensión, estamos hablando del segundo sistema educativo más grande de América Latina (solo después de Brasil), con 34.7 millones de estudiantes matriculados en casi 260 mil escuelas, y que son atendidos por 2.1 millones de docentes. Para aumentar esta complejidad, también nos encontramos con el hecho de que se trata de un sistema federalizado, ya que la descentralización de 1993 creó 32 sistemas educativos distintos y multiplicó la cantidad de problemas que se pueden presentar.

 

Otra de las razones por las cuales existen retos, ha sido la tendencia de los tres últimos gobiernos federales de impulsar reformas a nivel educativo, las cuales han modificado la normativa, los planes y programas de estudio; los contenidos de los libros de texto, y han aumentado los años de escolaridad obligatoria en nuestro país. Respecto a este último punto, contamos con datos que nos presentan un panorama poco favorable, ya que, según cifras de CONEVAL, hay un 19.4% de la población con rezago educativo, es decir que no ha cursado los años de educación obligatoria correspondientes a su edad. 

Actualmente, se destinan 425.8 mil millones de pesos cada año al ramo educativo para atender las necesidades en todas las entidades federativas, lo que se hace a través de casi 40 programas educativos. Sin considerar si este monto es suficiente para cubrir los requerimientos del sistema, hay que señalar que carecemos de instrumentos de evaluación confiables que indiquen si la educación que están recibiendo nuestros hijos es realmente de calidad, y si les brinda las herramientas que requerirán en el futuro para integrarse al mercado laboral, o si les permitirá seguir desarrollando sus capacidades y aprendiendo a lo largo de su vida. 

 

¿Hacia dónde vamos? ¿Qué hacer ante este escenario?

Si bien los datos que he presentado pueden resultar alarmantes, con un sistema educativo presionado por los cambios, sin resultados de aprendizaje confiables y luchando por dotar a sus estudiantes de aprendizajes relevantes que los ayuden a enfrentar los retos de un mundo cambiante, hay mucho que los padres de familia podemos hacer por nuestras hijas e hijos, empezando por reforzar sus habilidades emocionales y estimulando la flexibilidad de sus mentes. 

Nunca antes habíamos tenido tan poca certeza de cómo lucirá el mercado laboral dentro de cinco años, y si bien, como ya lo vimos, actualmente contar con un título universitario implica un incremento sustancial en los ingresos, no tenemos ninguna certeza de que en el futuro esta situación continúe vigente. Nuestra tarea debe ser exponer a nuestras hijas e hijos al mayor número de oportunidades de formación, mostrarles todo lo que sea posible del mundo y ayudarles a darle sentido. Debemos enseñarlos a aprender, a continuar su formación más allá de los espacios escolares e impulsar las oportunidades de aprendizaje en los ambientes cotidianos. 

Pero como padres también debemos pedir a nuestras autoridades que existan oportunidades educativas para todos; que los planes y programas respondan a necesidades reales, ampliando las posibilidades de aprender distintas disciplinas, de trabajar en lo individual y en lo colectivo; que se impulse la creatividad, los valores y el aprendizaje socioemocional. Y, sobre todo, debemos pedir que la educación sea un derecho real para todas y todos, no solo un ideal.

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